(Francisco Cruz Rivero, en Revista 21). Sin duda hay una religiosidad natural y un deseo de trascendencia en todo ser humano. También podemos detectar la necesidad de seguridad, de certezas, de verdades que nos ayuden a guiarnos por la vida. La religión, la filosofía y la ética pueden convertirse en constructos humanos que satisfagan estas necesidades. En estas claves se mueven algunos de los personajes que Martí Colom describe en La tristeza del zelota.

Organizar la vida desde estos supuestos aparentemente posibilita la felicidad y la paz. Sin embargo, acaba mustiando y endureciendo el corazón, quitándole a la vida la alegría y condenando a una monótona tristeza y dureza con uno mismo y con los demás.

De la mano de Pablo y de los que se dejan transformar por su mensaje, el autor nos muestra la capacidad del Evangelio de convertir nuestros corazones. Mensaje que desborda las relaciones humanas desde la misericordia y la compasión. Esto provoca en quienes se abren a él esperanza, paz, libertad y alegría, en definitiva, vida. El escritor imagina una historia en la que se nos narra las causas que llevaron a la redacción de la carta de Pablo a Filemón intercediendo por su esclavo Onésimo y las consecuencias que provocó. Este relato nos cuestiona en nuestra relación con la fe y en lo que buscamos en ella. Podemos buscar verdades que nos den seguridades y certezas absolutas. O podemos buscar la verdad del Evangelio. Quizá para los que nos sabemos el Evangelio de memoria y corremos el riesgo de haberlo domesticado y amoldado a nuestras vidas, esta obra, al mostrarnos la conmoción que provocó en quienes lo escuchaban por primera vez, nos ayude.

Francisco Cruz Rivero, SSCC

Revista 21 nº 1051 (marzo de 2021) 61.