(Jesús M. Zamora, en CONFER). Hablar de Ernesto Cardenal, poeta y místico, fallecido en Managua el 1 de marzo de 2020, es acercarse a un personaje concreto en su manera de afrontar la vida y que, a través de este libro, Vida en el amor, podemos comprender un poco mejor lo que vivía por dentro Ernesto Cardenal. El libro que se presenta es una reedición de hace 50 años y que ahora ve de nuevo la luz, en el año 2021. Ahora se nos ofrece esta obra peculiar en su formato, que tuvo mucho éxito en su primera edición y que vuelve a ver la luz en este año.

El libro recoge un canto al amor, en toda su extensión. Seguramente, su estancia en la abadía trapense de Getsemaní, en Kentucky, durante apenas dos años, con un excelente maestro de espiritualidad como Thomas Merton, marcó su vida ya desde el año 1956.

Dice Merton en el prólogo del libro que «… este libro está lleno de invitaciones a beber y gozarse en el banquete del amor…» (pág. 11). Y es cierto que, cada poco, el autor va dando pinceladas de lo que puede significar el amor en la vida ordinaria de las personas, cuando miramos con unos ojos que van más allá de lo que se ve habitualmente. Pero para ello, hace falta tener una mirada limpia, atenta, confiada… pues Dios se revela en los entresijos más inverosímiles de la existencia humana. Y para ello, hace falta una sensibilidad especial que solo se logra en la medida que hacemos hueco de manera atenta al Amor.

El libro es una elegía al amor. Pudiera parecer que el autor va dejando explayar su alma, va tomando la pluma y escribe sin someterse a un orden lógico en su planteamiento, como a cualquier mente racional le gustaría. Va escribiendo según le susurra desde dentro lo que vive, desde lo hondo de su corazón, porque el amor lo llena todo y le permite ver todo desde esa perspectiva.

Así, van saliendo expresiones que invitan a gozar de la fuente de la vida, a ver a Dios en la realidad más sencilla en la que nos movemos. De ahí que la naturaleza se convierta en fuente de donde puede brotar la necesidad del amor, ya que todo es don que se nos concede. Por eso, las más pequeñas cosas entrañan y desvelan el amor de Dios hacia sus criaturas: el animal más pequeño, la nube, una piedra, las personas, los acontecimientos que a veces consideramos más banales… vistos desde la óptica del Dios que se revela en todo, nos descubren una fuente de amor que nos lleva más allá de la pura contemplación; porque amar, lleva a la acción y entraña el compromiso de ponerlo en práctica.

Por eso, cuando el amor no es entrega libre y espontánea, Cardenal no dice que no sea amor, sino que lo llama «amor imperfecto», que trabajará para llegar a la perfección, cuando reconocemos que no es puro. Así, aceptada nuestra contradicción, estamos ya en el buen camino, pues nos permite mirar con ojos limpios al que es puro Amor.

Es un libro que se parece a una meditación muy extensa, pues no tiene más que un prólogo (Thomas Merton), una carta-testamento final del autor, una carta dirigida por el P. Ángel (Mensajeros de la Paz) a Cardenal y un epílogo (Oscar Baltodano), que ocupan apenas 30 páginas entre el comienzo y el final. El argumento central es la meditación que da origen al libro del mismo título y que ocupa las páginas 21 a 156, sin capítulos ni apartados.

Por eso, a medida que se va leyendo el libro, como una meditación basada en la mística del amor, van apareciendo diferentes elementos que configuran la vida humana: la naturaleza, la oración, la riqueza, la pobreza, los ídolos, las guerras, la peste, la creación, la providencia, etc. etc. Es como si de la profundidad del autor van brotando espontáneamente las situaciones, las personas, los acontecimientos o las cosas y les va dando salida en un intento de ver cómo llevan al lector a preguntarse por el amor. Incluso lo menos favorable (el infierno, el pecado, la muerte, etc.), se convierten en elementos que, desde la óptica de Dios, adquieren un sentido diferente al que estamos acostumbrados a manejar; pues desde un corazón insatisfecho, que desea siempre más será difícil encontrarse con Dios, ya que en el anhelo de la posesión de las cosas, Dios no puede tener sitio en el corazón humano, pues ya lo ocupan otros dioses.

Cardenal plantea que hemos sido creados para amar. No es nuevo, ya que la Biblia nos lo recuerda con frecuencia. El autor insiste en la llamada que se nos ha hecho, ya sea a la vida, a proyectar la vida desde la hondura de una coherencia vital en valores de Evangelio o, simplemente, de una vivencia ética, podemos llegar a adentrarnos en el misterio de Dios, porque todo es don: no somos nosotros los que, con nuestro esfuerzo, podemos descubrir todos los misterios; solo cuando nos desposeemos de nosotros mismos, ponemos las condiciones para que Dios se adueñe de nuestra vida y nos llene.

Casi al final, Cardenal afirma que «… nosotros todavía no estamos en la fiesta, pero hemos sido llamados, y vemos la luz desde lejos y oímos la música…» (pág. 155).

Libro para leer despacio, con pausas, porque puede llegar a cansar su manera de expresarse. Es para saborearlo lentamente, apropiarse de lo que dice y dejar, como refleja en otro momento que el corazón se llene de Dios, dándose cuenta de lo que tiene alrededor.

Seguro que, si se vive más consciente de que todo, todo puede llegar a ser imagen de Dios si se sabe ver, nuestra vida alcanzará otro sentido.

Jesús M. Zamora, FSC

CONFER 229 (enero-marzo de 2021) 143-145.