(Amigos de Fray Martín). Para los lectores de Amigos de Fray Martín, Santo Domingo de Guzmán no es desconocido, pero, si somos objetivos y sobre todo sinceros, tampoco lo conocen en exceso. Saben sí de la paternidad –por eso decimos Nuestro Padre Santo Domingo, como también decimos Nuestro Padre San Francisco–, pero les falta, creo saber más para enorgullecerse más, de aquellos aspectos biográficos, históricos y de su personalidad no edulcorada, para sentirse orgullosos de estar entroncados no solo en la Familia dominicana, sino con el fundador de tal familia.

¿A quién no le gusta sentirse un tanto ufano y satisfecho de su jefe, director, provincial, superior o personal que está al frente encauzando la vida, los proyectos, las acciones comunes…?

Este es el gran logro de la novela que Isabel Goméz-Acebo acaba de publicar para dar a conocer a este Santo olvidado, Domingo de Guzmán. Podría haberlo titulado «El Santo desconocido». Pero no. Ha querido ser más suave y así poder sacar a la luz su vida, su obra, su humanidad y naturalidad en el ser y el hacer. Isabel escribe para laicos, nos dice ella misma, no para dominicos y dominicas que cree ya deben saber. Quizá nos desconoce un poco. De Santo Domingo conocemos no mucho, se oculta tras la niebla de aquellas lecciones de historia del noviciado. Después, se le hace presente en la oración diaria, pero no somos proclives a hablar y dar a conocer la presencia viva entre nosotros de Domingo de Guzmán, el mejor de los Guzmanes solemos decir, siendo los demás tan buenos como él.

De Domingo de Guzmán sabemos tan poco biográficamente como de Jesús de Nazaret. Ambos se ocultan tras su obra evangelizadora, predicadora, y desde ella deducimos o intuimos cómo eran, qué psicología tenían, qué pensaban, qué les movía a actuar, cómo y por qué lo hicieron. Por sus obras los conoceréis, decimos como garante del ser personal y así sucedió en ambos.

La novela de Isabel es histórica sin duda; algunas veces tiene sus añadidos de recreación de la historia, como debe ser para que suscite interés, atracción y reflexión, que la autora consigue con destreza y amenidad. No hay truculencias raras. Es una novela de paz, de concordia interior en una época convulsa por la que Isabel transita y va llevando a Domingo de manera muy natural, digna, a la altura de un buen hombre que anhela predicar, ayudar a salir del error, a ofrecer el camino salvífico sin visiones y exigencias extrapoladas y poco cristianas.

Es una novela que discurre toda ella con tal agrado que da pena que finalice, porque su disfrute lector, pide continuidad en otras obras salidas de la mente y corazón de mujer lúcida, que es Isabel, y así saber más de la obra que Domingo inició con alguna que otra adversidad, pero siempre sabiendo sortear los escollos sociales y religiosos que se le ponían delante.

¡Qué arte el de Domingo para salir siempre airoso, sin estridencia alguna! Isabel lo logra con maestría. Deja paz al final de su lectura. Esa paz querida y buscada por Domingo, esa paz que se percibe en los diálogos actuales que inserta, diálogos de mesa camilla, con su familia en tardes de verano, en un pueblecito de Salamanca. Nada como el dialogar sereno en torno a unas bebidas, picoteando algo a la fresca en tarde calurosa. Algo similar hacía Jesús con sus discípulos, los reunían a su alrededor para hablarles más quedo. Los mismo que hacía Domingo con los que a él se iban añadiendo.

Domingo pudo con todo. Nosotros, sus seguidores y lectores, podremos con todo, si mantenemos el temple del buen caballero sensible, humano, enraizado en Dios, que no quiere conformarse con poco, sino que desea saber, escudriñar, cotejar y vivir en la Verdad. Tal reciedumbre puede parecer sequedad momentánea, pero no lo es. Al contrario, al pan pan y al vino vino… y todo ello hechos eucaristía, en cualquier lugar, sobre cualquier tablón, mesa, piedra o mesón que uno encuentre para colocar el pan y el vino, como Domingo hacía como privilegio concedido a él y a los suyos, aderezados con la sana y buena predicación/explicación de la Palabra bien fundamentada en el estudio, la oración.

Lector amigo, o no tan amigo, pero sí sensato e inteligente, no deje de leer esta buena y grata novela, que va más allá de la historia de Santo Domingo de Guzmán, que trasciende siglos, fronteras, cultura, países, y que a tantos hombres y mujeres ha seducido para vivir la vida cristiana con normalidad, sin romanticismo, ni adornos piadosos ni experiencias de conversión llamativas.

Isabel, los dominicos y dominicas le «debemos una», como suele decirse; venga cuando quiera a conocernos más. Le estamos agradecidos por escribir con pasión y mesura sobre Santo Domingo, con una visión femenina penetrante, elegante, bien documentada. Buena lectura para tres tardes de verano, comenzando el 8 de agosto en que celebramos la fiesta de Santo Domingo.

Amigos de Fray Martín 583 (julio-agosto de 2021) 30-31.