(Rosa Ruiz, en Vida Nueva). Desde la experiencia pastoral y el recorrido de la llamada «cultura vocacional», esta obra propone recobrar la vocación como dimensión irrenunciable de toda vida cristiana.

Jorge A. Sierra, hermano de La Salle y actual delegado de pastoral para España y Portugal, repasa y comenta la evolución de esta temática a partir de los principales documentos eclesiales y los autores de referencia en los últimos treinta años. Aporta una variada bibliografía, con especial acento en publicaciones del ámbito anglosajón, algo que se agradece por lo poco habitual que suele ser en este tipo de ensayos en castellano.

Un gran acierto de este libro, a mi modo de ver, es subrayar la importancia del modelo antropológico de fondo. A ello dedica el primer capítulo, proponiendo la antropología bíblica que nos sitúa vitalmente en una relación teologal de libre obediencia, frente a un modelo predominante de «persona sin vocación».

Sierra sistematiza su reflexión acerca de la vocación y su pastoral, poniendo de nuevo en el centro el término «cultura vocacional», acuñado por Juan Pablo II, que tanto dio que hablar y escribir en los años posteriores a la publicación de Nuevas vocaciones para una nueva Europa (1998). A esto dedica la segunda parte de la obra: «Se trata de promover una cultura del espíritu, donde la persona puede reencontrarse consigo misma para redescubrir el sentido de la vida» (p. 117). Y es que «el problema mayor no es la escasez de vocaciones religiosas y sacerdotales». Es otro: «la escasez de vocación en la Iglesia, de una vivencia personal y radical de la fe» (p. 185).

El último capítulo concluye con diversas claves para caminar hacia una Iglesia vocacional, apoyado en el itinerario propuesto por Francisco en Christus vivit (2019), pues «todos podemos experimentar hoy a Dios en Jesús y, por lo tanto, encontrar nuestra vocación» (p. 140). Desde este principio, relee los lugares vocacionales clásicos y los concreta. Por ejemplo: la familia (lo que implicará optar «por una pastoral eclesial adulta con y entre familias», p. 146), la escuela, internet y las redes sociales («nos pide un cambio de modelo de comunicación de la fe, de un modelo docente a un modelo de conversación», pp. 151-152) o el voluntariado, entre otros.

Llamada a la santidad

Sierra no pretende ofrecer claves novedosas o nuevas hipótesis, sino una apuesta pastoral teológica y eclesial, decidida y bien documentada, entrelazada con aportes desde la psicología y la sociología, para reafirmar lo que ya expresó Pablo VI: «Toda vida es una vocación» (PP 15), ligado a la necesidad de promover una cultura que lo facilite y desemboque en una renovada llamada a la santidad (desde LG a Francisco): «Llegar a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear, no una fotocopia» (ChV 162) ¿Están preparadas nuestras estructuras pastorales y nuestra mentalidad para una propuesta vocacional así?

Enlaza muy bien con el reto sinodal en el que estamos inmersos, su insistencia en superar una Iglesia donde en la práctica –y, a veces, también en la teoría– seguimos diferenciando «categorías de cristianos», más o menos comprometidos según su estado de vida. Algo que, además de estar en clara disonancia con las narraciones evangélicas, contradice la eclesiología del Concilio Vaticano II y promueve el clericalismo, que «no es otra cosa que la apropiación de lo que es propio de todos los bautizados (…). Sacerdotes y monjas se convierten en los supercristianos que tienen los superpoderes para hacer lo que los cristianos ordinarios no pueden. Esto da como resultado el aislamiento del clero y la inmadurez de los bautizados» (citando a Mallon, p. 16).

Leyendo a Jorge Sierra, se hace bien patente y creíble su deseo al escribir estas páginas: «Queremos afirmar nuestro convencimiento de que Dios sigue llamando y de que podemos colaborar con Él, facilitando el crecimiento de una cultura que pone la vocación y el sentido trascendente en el centro de los valores de la persona y de la Iglesia» (p. 14).

Rosa Ruiz

Vida Nueva 3.244 (30 de octubre de 2021) 43.