(Fernando Cordero Morales, en Revista 21). La carmelita Pilar Huerta Román nos hace un precioso regalo con este libro fraguado en su vivencia más íntima como religiosa contemplativa y en las metas que cualquier caminante establece en su peregrinación.

Consciente de que el claustro no aleja, sino que inserta más vivamente en el corazón de los contemporáneos, echa mano de imaginación, de sabiduría teresiana y sanjuanista, de su pasión bíblica, así como del arte de la sencillez, para plasmar lo profundo del itinerario humano con frases e interrogantes a los que volveremos con total libertad en más de una ocasión.

El protagonista del relato, al bajar a los abismos de su propio ser, descubre que la luz, por fin, brilla en su vida. Es la experiencia de los santos o de cualquiera que se tome la vida en serio, sin superficialidad. Es imposible no hacer el ejercicio de bajar para subir por muy contradictorio que parezca.

La narrativa de la hermana Pilar es luminosa y esperanzadora. Incluso en la oscuridad del relato emergen colores, incluido un increíble arcoíris que resume el gozo de las búsquedas auténticas.

Su prosa, en la que inserta algún revelador poema, descubre la observación de la mirada de alguien que presta atención y que da valor a cuanto acontece en su existencia y la de los que rodean su entorno. Invita a caminar con cierto sosiego, pero sin parar en esta aventura del vivir. A veces el misterio que nos envuelve está más cerca de nosotros mismos que la distancia entre los dedos, más próximo que el trayecto entre una y otra montaña.

Fernando Cordero Morales, SS.CC.

Revista 21 1.060 (enero de 2022) 61.