(Jesús Sastre García, en Vida Nueva). Pepa Torres es religiosa apostólica del Sagrado Corazón y vive en una comunidad intercongregacional en el madrileño barrio de Lavapiés, “un mundo donde se abren muchos mundos”. Teóloga, educadora social, “militante” de causas pendientes y profesora del Instituto Superior de Pastoral, “mujer de memoria y cicatrices” –dice ella, y lo subrayamos quienes la conocemos desde hace tiempo–, su preocupación al escribir Teología en las periferias se podría formular así: “¿Cómo hacer y vivir una teología a pie de barrio en contextos populares y marginados…, y buscando lenguajes divulgativos para dar razón de ello?” (p. 95).
Al redactar estas páginas, Pepa parte de su experiencia de fe porque la realidad social donde vive y trabaja le recuerda cada día que “Dios estaba en estos lugares y yo no lo sabía” (Gn 28, 16). Además, está convencida –y esa es una de sus aportaciones– que la teología y la espiritualidad tienen que traspasar muchas fronteras. Por eso, la teología que hace es narrativa (teo-praxis), porque lo primero es la vida comprometida, y la reflexión teológica es un segundo momento. A Dios se le contempla en la realidad, se le ama en “los gozos y tensiones de la existencia”, y después se le piensa. Y esto desde un diálogo sincero, humilde y acogedor con la sociedad en la que vivimos.
Cuando se escribe desde tales supuestos, el texto es provocador y adquiere un estilo propio que rezuma vida y esperanza, así como denuncia y propuesta. Por lo mismo, se ponen en circulación nuevas palabras y conceptos como “ciudadanía”, “Jesús se hace barra de pan”, teología “sentipensante”, parteras del Reino… “Pasar la teología por el filtro del Evangelio implica, en definitiva, poner a Dios a pasear por Lavapiés” (Prólogo). Las periferias visualizan la experiencia de quien está más allá de los límites y nos revela “otros matices del rostro divino”. Dicho con otras palabras, la injusticia, la marginación y la pobreza llevan a descubrir “posibilidades inéditas” en todos los sentidos, pues sacan lo mejor de uno mismo, crean relaciones nuevas y nos acercan al misterio de Dios compasivo y transformador.
El libro consta de cuatro capítulos perfectamente concatenados: 1. Quién soy yo y cómo he llegado aquí sostenida por un misterio de amor y relación; 2. Quiénes son ellos y mi compromiso con ellos (periferias, fronteras y amor político); 3. Otras comunidades y otra vida religiosa están siendo posibles; 4. Mujer e Iglesia. Una deuda pendiente. El hilo conductor es el siguiente: ¿cómo detectar en las periferias la encarnación del Hijo? Dos supuestos para esta mirada de fe lúcida y comprometida: hay que observar desde abajo y desde dentro para descubrir lo invisibilizado; y que el ver y el actuar vayan siempre unidos en la vida.
El amor político y los cuidados, que recoge el subtítulo, suponen una nueva sensibilidad y praxis: ¿cómo “sentir y con-sentir al modo de Jesús”?, ¿cómo ver, escuchar, tocar y gustar como él? Al final del libro, se sintetizan los “sueños eclesiales” que Pepa y las mujeres católicas del movimiento Voices of Faith urgen a que pronto se hagan realidad: que “las mujeres seamos miembros de la Iglesia de pleno derecho; que la interpretación bíblica feminista ponga de manifiesto que el Evangelio no puede ser proclamado si no se tiene en cuenta el discipulado de las mujeres; el reconocimiento de la teología con perspectiva de género, el diálogo y apertura a los movimientos de liberación de las mujeres y sus ‘sabidurías’, y que la Iglesia respete la libertad y la adultez de mujeres y hombres”.
Sabiduría evangélica
El libro se lee bien y con gusto porque rezuma vida, sinceridad y sabiduría evangélica. Lo que la autora escribe, respaldado por oportunas notas a pie de página, manifiesta un conocimiento amplio de la reflexión hecha por mujeres en los diferentes campos de la teología y otros saberes. Usa un lenguaje inclusivo, y aporta la visión específica propia de las teólogas comprometidas con la reflexión y la realidad. El tono, siendo reivindicativo y propositivo, resulta amable e integrador, propio de una persona identificada con su carisma, encarnada en un barrio con muchos problemas, y con largo recorrido personal y comunitario. Por eso este libro une teología y espiritualidad desde el relato de una existencia compartida. En muchos momentos de su lectura, he recordado lo propio de la mística teología como comunicación de la experiencia personal, unitiva y amorosa con Dios desde la vivencia de lo cotidiano. Porque el texto parte de la vida, al lector que se acerque sin prejuicios clericales le cuestionará su modo de vivir la fe y le suscitará muchas preguntas con nuevos planteamientos y alientos. Gracias, Pepa.
Jesús Sastre García
Vida Nueva 3.219 (17 de abril de 2021) 42.